Al inicio de una nevada todo es blanco, bonito y divertido, tanto que somos capaces de construir grandes esculturas de hielo y hasta castillos en forma de corazón adornados con pétalos de rosas.
Estamos alegres y el amor sale a relucir.
Luego pasan los días y se presenta el reto de quitar la nieve para abrirnos paso en el camino, de lo contrario no avanzaremos.
Y la nieve deja de ser el precioso manto blanco impoluto que era antes.
Y todo se ensucia, porque removemos lo que estaba quieto.
Lo mismo sucede en nuestra vida personal, cuando iniciamos proyectos, trabajos, o relaciones. Todo es perfecto al inicio, pero siempre hay retos que nos hacen remover emociones (proceso necesario para poder avanzar).
Nuestro mundo interior se tuerce un poco y depende de nosotros enderezarlo para abrirnos paso. Eso amerita esfuerzo o al menos tener fuerza de voluntad.
Es en este momento, cuando la nieve se ensucia y los retos se presentan, que muchos prefieren abandonar -sus trabajos, sus proyectos, sus relaciones- porque es mucho el esfuerzo que amerita avanzar y siempre es más fácil que otro haga el trabajo por ti, que otro lo solucione o simplemente deciden irse a un lugar nuevo (sin nieve) para empezar desde cero.
Evadir los retos no impide que se presenten. Y hablo de retos, no de problemas.
Porque un problema es eso, un reto, un desafío para valientes.
Recuérdalo siempre.
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